martes, 22 de enero de 2013

174 SUMARIO

174 / SUMARIO
Creciente daño irreparable acompaña a la presente expansión industrial en todos los sectores. En medicina estos daños aparecen como iatrogénesis.

La iatrogénesis puede ser directa, cuando el dolor, la enfermedad y la muerte son el resultado de la atención médica; o también puede ser indirecta, cuando los sistemas para brindar sanidad refuerzan a una organización industrial que genera daño para la salud; puede ser estructural cuando el comportamiento promovido médicamente y la decepción restringen la autonomía vital del pueblo socavando su suficiencia para crecer, para estimar y para envejecer; o cuando nulifica el reto proviene de su dolor, incapacidad y angustia personal.

La mayoría de los remedios propuestos para reducir la iatrogénesis son intervenciones dirigidas. Los mismos están terapéuticamente diseñados en su acercamiento al individuo, el grupo, la institución o el medio ambiente. Los citados remedios generan padecimientos iatrogénicos de segundo orden creando un nuevo perjuicio contra la autonomía del ciudadano.

Los más profundos efectos iatrogénicos de la estructura técnico-médica son el, resultado de sus funciones sociales no técnicas. Las repugnantes consecuencias técnicas y no técnicas de la institucionalización de la medicina se juntan para generar una nueva clase de sufrimiento, anestesiada y solitaria supervivencia en una sala de hospital ancha como el mundo.

La Némesis médica no puede ser funcionalmente verificada. Mucho menos puede ser medida. La intensidad con la cual es experimentada depende de la independencia, vitalidad y emparentamiento de cada individuo. Como un concepto teórico es un componente en una amplia teoría para explicar las anomalías que plagan en nuestros días los sistemas para el cuidado de la salud. Es un aspecto distinto de un fenómeno aun más general al que le he llamado Némesis Industrial, el retroceso de la arrogancia industrial desenfrenada (hybris) estructurada institucionalmente. Esta hybris consiste del descuido por los linderos dentro de los cuales el fenómeno humano permanece viable. La investigación actual está abrumadoramente orientada hacia la apertura de pasos inasequibles. Lo que yo he llamado investigación frustrada es el análisis disciplinado a niveles en los cuales tales reverberaciones deben inevitablemente dañar al hombre.

La percepción de una Némesis envolvente nos lleva a una preferencia social. Ya sea que los linderos naturales del comportamiento humano sean estimados, reconocidos y traducidos dentro de límites determinados políticamente, o bien la alternativa para la extinción es supervivencia obligatoria en un Infierno planeado y dirigido.

En varias naciones el público está listo para efectuar una revisión de sus sistemas para el cuidado de la salud. Las frustraciones que han llegado a ser manifiestas en los sistemas de las empresas privadas así como las de los sistemas socializados, han venido a parecerse las unas a las otras inusitadamente. Las diferencias entre los disgustos de los rusos, franceses, americanos e ingleses se han vuelto triviales. Hay un serio peligro de que esas evaluaciones sean efectuadas dentro de las coordenadas fijadas por las ilusiones postcartesianas. En los paises ricos y pobres la demanda para la reforma de los sistemas para el cuidado nacional de la salud está dominada por las demandas para un acceso equitativo a las mercaderías del gremio, la expansión profesional y la subprofesionalización, así como para lograr mayor verdad en los anuncios del progreso y control del reclamo del templo de Tántalo. La discusión pública de la crisis de la salud fácilmente pudo ser usada para canalizar aún más poder, prestigio y dinero para ingenieros y diseñadores biomédicos.

Hay todavía tiempo en los pocos años siguientes para evitar un debate que reforzaría al frustrante sistema. La próxima discusión puede ser orientada haciendo de la Némesis Higiénica el evento central. La explicación de Némesis requiere la simultánea imposición de contribuciones sobre el lado técnico y el no técnico de la medicina; y en ella deberán enfocarse tanto a la industria como a la religión. La denuncia de la medicina como una forma de hybris institucional arriesga precisamente aquellas ilusiones personales que hacen al crítico dependiente sobre el cuidado de la salud.

La percepción y comprensión de Némesis tiene por lo tanto el poder de guiarnos a planes de acción que puedan romper el círculo mágico de quejas que ahora refuerzan la dependencia del demandante sobre las agencias de dirección y planeación sanitaria a las cuales él demanda. El reconocimiento de Némesis puede proveer la purga para prepararse para una revolución no violenta en nuestras actitudes hacia lo perverso y el dolor. La alternativa para una guerra contra estos males es la búsqueda por la paz de los fuertes.

La salud señala un proceso de adaptación. Ello no es el resultado del instinto sino de una reacción autónoma y viva a una experimentada realidad. Él señala la habilidad para adaptarse al cambio del medio ambiente, al crecimiento y al envejecimiento, a sanar cuando se está dañado, al sufrimiento y a la espera tranquila de la muerte. La salud abraza asimismo al futuro y por lo tanto incluye a la angustia y el recurso interior para vivir con ella.

La fragilidad, individualidad y emparentamiento vividos conscientemente por el hombre hacen las experiencias del dolor, de la enfermedad y de la muerte una parte integral de su vida. La habilidad para hacer frente a este trío en autonomía, es fundamental para su salud. Al grado en que él llegue a ser dependiente en la administración de su intimidad él renuncia a su autonomía y su salud debe declinar. El verdadero milagro de la medicina moderna es diabólico. Consiste no sólo en hacer que individuos sino poblaciones enteras sobrevivan en inhumanos bajos niveles de salud personal. Que la salud debería declinar con el aumento en la distribución de los servicios sanitarios es inesperado únicamente para el gerente de la sanidad, precisamente porque sus estrategias son el resultado de su ceguera hacia la inalienabilidad de la salud.

El nivel de la salud pública corresponde al grado en que los medios y responsabilidad para hacer frente a la enfermedad son distribuidos entre el total de la población. Esta habilidad para hacer frente a las enfermedades puede ser acrecentada pero nunca reemplazada por la intervención médica en las vidas de la gente o en las características higiénicas del medio ambiente. Esa sociedad que pueda reducir la intervención profesional al mínimo, proveerá las mejores condiciones para la salud. Mientras mas grande sea el potencial para la adaptación autónoma a uno mismo y a otros, así como al medio ambiente, menos administración para la adaptación se necesitará o tolerará.

El recobro de una sana actitud hacia la enfermedad no es ni Luddita, ni Romántica, ni Utópica: es un ideal que servirá de guía y que si bien nunca podrá ser totalmente alcanzado, sí podrá lograrse en parte utilizando modernos inventos como nunca antes en la historia; el mismo ideal deberá orientar a la política para evitar que se inmiscuya Némesis.