martes, 22 de enero de 2013

161 / NÉMESIS INDUSTRIAL

161 / NÉMESIS INDUSTRIAL
El sufrimiento abundante siempre ha sido obra del hombre: en la historia está la constancia de la esclavitud y la explotación. En ella se habla de la guerra y del pillaje, del hambre y de la pestilencia que vienen en su despertar. La guerra entre los estados y clases ha sido hasta ahora el agente principal planeado de la miseria causada por el hombre. Así, el hombre es el único animal cuya evolución ha sido condicionada para su adaptación en dos frentes. Si él no sucumbió a los elementos, sí tuvo que hacer frente al uso y abuso de otros seres de su misma clase. El reemplazo del instinto por el carácter y la cultura para estar capacitado para esta lucha en dos frentes. Un tercer frente de posible predestinación ha sido reconocido desde Homero; pero los mortales comunes fueron considerados inmunes a su amenaza. Némesis, el nombre griego para el pavor que se asomaba desde esta tercera dirección, fue el destino de unos cuantos héroes que cayeron devorados por la envidia de los dioses. 

El hombre común creció y pereció en su lucha contra la naturaleza y sus vecinos. Sólo la élite desafiaría los umbrales establecidos por la naturaleza para el hombre. Prometeo no fue "Everyman" sino un desviado. Conducido por Pleonexia, o un anhelo radical, traspasó los linderos de la condición humana. Con arrogancia desenfrenada (hybris) o desmedida presunción, él trajo fuego del cielo, con lo cual trajo a Némesis sobre sí mismo. Fue encadenado en una roca del Cáucaso. Un buitre devoró sus entrañas y dioses curativos sin piedad lo mantuvieron vivo injertando su hígado todas las noches. El encuentro con Némesis hizo del héroe clásico un recordatorio inmortal de inescapable represalia cósmica. Volviose un tópico para la tragedia épica, pero no ciertamente un modelo para el anhelo de todos los días. Ahora Némesis se ha vuelto endémica; es el retroceso del progreso. Paradójicamente se ha extendido tan lejos y con tanta amplitud como las franquicias, la enseñanza, la aceleración mecánica y la atención médica. Cada hombre ha caído devorado por la envidia de los dioses. Si la especie debe sobrevivir sólo podrá lograrlo aprendiendo a superarse en este tercer grupo.

La mayor parte de la miseria provocada por el hombre es ahora un producto auxiliar de las empresas que originalmente fueron diseñadas para dar protección al hombre común en su lucha contra las inclemencias del medio ambiente y contra la desenfrenada injusticia infligida por la élite. La fuente principal de dolor, incapacidad y muerte es -ahora -aunque no intencional- el hostigamiento dirigido. Las dolencias, el desamparo y la injusticia que prevalecen son ahora las consecuencias de las estrategias del progreso. Némesis es ahora tan predominante que prontamente es confundida por parte de la condición humana. Común a toda ética anterior fue la idea de que la esfera de actividad de la acción humana estaba estrechamente circunscrita. Tecline fue un tributo medido a la necesidad y no el camino escogido por la humanidad para la acción. La desesperante incapacidad del hombre contemporáneo para percibir una alternativa a la agresión industrial sobre la condición humana, es una parte integral de la maldición por la cual sufre.

El intento para sojuzgar a Némesis al proceso político o biológico frustra cualquier diagnóstico de la actual crisis institucional. Cualquier estudio sobre la controversia de los llamados "límites al crecimiento" se vuelve fútil si reduce a Némesis a una amenaza que puede ser enfrentada en los dos frentes tradicionales. Némesis no pierde su pavor específico simplemente porque ha sido industrializada. La crisis contemporánea de la sociedad industrial no puede ser comprendida sin hacer distinción entre la agresión intencionalmente exploradora de una clase contra otra y la inevitable predestinación a la ruina en cualquier intento desproporcionado para transformar la condición humana: nuestro predicamento no puede ser comprendido sin hacer. distinción entre la violencia creada por el hombre y la envidia destructora del cosmos; entre la servidumbre del hombre al hombre y el avasallamiento del hombre a sus dioses que por su-puesto son sus instrumentos. Némesis no puede ser reducida a un problema que sea de la competencia de ingenieros o de dirigentes políticos.
La enseñanza, la transportación, el sistema legal, la agricultura moderna y la medicina, sirven igualmente bien para ilustrar cómo trabaja la frustración engendrada. Más allá de cierto punto, la degradación de aprender en el resultado de la enseñanza intencional inevitablemente confecciona una nueva clase de impotencia en la mayoría pobre con un nuevo tipo de estructura de clase que discrimina contra ellos. Todas las formas de enseñanza obligatoria planeadas tienen esos defectos secundarios implícitos, sin que importe cuánto dinero, cuánta buena voluntad, el crecimiento político o la retórica pedagógica son gastadas para llevarlas a la práctica; no importa que el mundo esté abarrotado de salones de clase o si él mismo se transforma en uno de ellos.

Más allá de cierto nivel de energía, usada para la aceleración de cualquier persona en el tráfico, la industria del transporte inmoviliza, esclaviza a la mayoría de pasajeros sin nombre y brinda sólo discutibles ventajas marginales a una élite olímpica. Ningún nuevo combustible, tecnología o control público puede preservar a la creciente movilización social de producir creciente apresuramiento, programación, parálisis e injusticia.

Más allá de cierto nivel de la inversión de capital en la agricultura y preparación de alimentos, la desnutrición debe llegar a ser penetrante; la ilusión verde despedaza el hígado de los consumidores mas efectiva-mente que los buitres de Zeus. Ningún manejo biológico puede evitar ese resultado.
Más allá de cierto punto, la producción y distribución de la atención médica producen más dolencias de las que pueden curar. El seguro social garantiza una penosa supervivencia más efectiva y democráticamente que los más despiadados dioses.

El progreso ha venido con violencia que ya no puede ser llamada un precio. El primer pago estaba en la etiqueta y puede ser manifestado en términos medibles.Los Pagos a plazos aumentan bajo la forma de sufrimiento que excede el sentido del "precio". Ellos han llevado a sociedades enteras dentro de una prisión de deudores en la cual una creciente tortura para la mayoría abruma y cancela cualquier posibilidad de recompensas que pudieran todavía beneficiar a unos, cuantos.

El labriego que cambia el tejer su ropa, construir su casa y hacer sus herramientas, por la compra de trajes hechos, viguetas de cemento y tractores, no podrá ya estar satisfecho a menos de que contribuya a la Némesis mundial. Su vecino, que continua tratando de sobrevivir en su vestido, refugio y producción tradicionales no puede vivir por más tiempo en un mundo en que la Némesis industrial ha llegado a predominar. Esta doble atadura es el evento que yo quiero explorar; la exasperante codicia y el cegador atrevimiento han dejado de ser heroicos; se han vuelto parte de la obligación social de cada uno de los hombres industrializados. Introduciéndose en el mercado de la economía contemporánea, generalmente tomando el camino que va a través de la enseñanza, el ciudadano se incorpora al coro que convoca a Némesis. Pero él se incorpora también a un montón de furias no atrailladas sobre. aquellos que permanecen fuera del sistema. Los llamados participantes marginales que no entran por completo en el mercado económico se ven privados de los medios tradicionales con los cuales podrían enfrentarse a la naturaleza y a sus vecinos.

En algún punto de la expansión de nuestras instituciones mayores, sus clientes principian a pagar cada vez un premio mayor por el constante consumo, a pesar de la evidencia de que ellos inevitablemente sufrirán más. En este punto del desarrollo, el comportamiento predominante de la sociedad corresponde al que está tradicionalmente reconocido en los adictos. La declinación se empalidece en comparación con el incremento marginal de los impedimentos. El Homo económicas se convierte en Homo refigiosus. Las cosas que espera se vuelven sublimes. La venganza del desarrollo económico no sólo sobrepuja el precio a que esta venganza fue comprada, sino que también pesa más que el agravio compuesto consumido por la naturaleza y por el prójimo. La Némesis clásica fue castigo por el temerario abuso de un privilegio. Némesis industrializada es la retribución por la concienzuda participación en la sociedad.

La guerra y el hambre, la peste y la muerte repentina, la tortura y la locura permanecen como acompañantes del hombre, pero ahora están moldeados dentro de una nueva figura (Gestalt) por el abovedamiento de Némesis. Mientras más grandioso es el progreso económico de cualquier comunidad, es cada vez mayor la parte jugada por la Némesis industrial en el dolor, la discriminación y la muerte sufridas por sus miembros.

Por lo tanto, parece que el estudio disciplinado de la característica fama de Némesis debería ser el tema clave para la investigación entre aquellos a quienes concierne el cuidado de la sanidad, de la curación y el de la consolación.

La Némesis industrial es el resultado de la política de desarrollo y de la decisión cuya hechura produce inevitablemente desgracias motivadas por una intuición que se contradice. Es el resultado de un estilo de administración que continúa siendo un crucigrama para los que lo proyectan. Por todo el tiempo en que estas desgracias sean descritas con el lenguaje de la ciencia y de la economía política, las mismas permanecerán como extrañas sorpresas. El lenguaje para el estudio de la Némesis industrial todavía debe ser fraguado; el mismo debe ser capaz de describir las contradicciones inherentes a los procesos del pensamiento de una sociedad que privilegia la verificación del funcionamiento por encima de la evidencia intuitiva.